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Y nos liamos con la charanga...


Sábado, veinticinco de julio. Es la una del medio día y nuestro pueblo ha decidido cambiar de charanga. Mientras calentamos motores por los bares de la localidad y pequeños empresarios venden productos artesanales en la plaza de España, una joven charanga llamada Manliao comienza a dar·"la nota" por primera vez en el bar Vettones. Ya se empiezan a escuchar desde diferentes puntos del pueblo esas conocidas canciones que tanto nos hacen bailar mientras la gente se empieza aglomerar alrededor de este primer bar.

Entre rondas de cervezas y tintos de verano, acompañadas de tapas y más tapas, entramos y salimos del bar al ritmo de charanga y comenzamos a bajar la calle hasta el bar El pino, junto a la peña Lo mejor de cada casa. Allí la charanga nos abre una cúpula de síntonias conocidas por todos los paisanos permitiéndonos bailar al son de la música en la plaza de El rollo. Y es que de trago en trago, la gente empieza a animarse, comenzando nuestras cuerdas vocales a sufrir las consecuencias de los grandes días de fiesta anteriores.

Seguimos bajando, brincando y gritando, hasta la Plaza de España y bar El bodegón. Y la canción más mítica del mundo de la charanga comienza a sonar. Es Paquito el chocolatero. Las peñas comienzan a unirse, formando filas que muestran una amplia gama de colores mientras el campanario y su plaza se arrodillan ante los vecinos del municipio en fiestas. Y es que hasta las girnaldas parecen tener ganas de bailar, agitándose al ritmo de las calientes brisas de la segunda quincena de julio.



Desde la plaza, nos dirigimos delante, detrás y entre la charanga hasta los bares El capricho y La discoteca. El cansancio empieza a incrementarse, al igual que los niveles de etanol en sangre. Los presentes frecuentamos cada vez más el urinario, empezamos a tener hambre a pesar de comer tapas y tapas. Y bebemos cada vez con más impetu. Son aproximadamente las dos y media del medio día y uno de los componentes del grupo decide echar un selfie, marcándose así el principio de Manliao en nuestra localidad.

Seguimos el recorrido hasta dos de las peñas de la localidad, primero la peña A la puta calle y posteriormente El puntazo. Los altavoces se apagan unos minutos en plenas fiestas para llenar las cuatro paredes de nuestras peñas con un poco de música derivada de las trompetas y tambores de Manliao.

Y llegamos a los dos últimos bares, La azuela y el Bar de los pensionistas, donde parece que nuestro recorrido ha llegado a su fin. La gente comienza a sentarse donde puede mientras que los más fuertes siguen y siguen bailando al ritmo de la charanga. Ya empiezan a rular los primeros bocadillos entre los presentes y las tapas se acaban más rápido que nunca. Hemos llegado al cénit, el sol está mas alto que nunca calentando cuanto más el ambiente. Estamos reventados, pero algo nuevo ha sucedido este año y el camino con la charanga se reanuda. Debemos continuar.

Soledad arriba, alcanzamos finalmente la famosa fuente de Villamiel: La sorda. Los más atrevidos se lanzan al agua mientras que el resto esperan a ser lanzados, se esconden o se excusan con el móvil en la mano.


"No me tires al agua que se me jode el móvil"

Pero poco a poco, todos empiezan a caer y a escurrir sus camisetas de peña. Son las cuatro de la tarde, y la jornada de charanga ha llegado a su fin. Nos despedimos de este recorrido esperando al año que viene y comentando nuestra nueva experiencia inolvidable.



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